Hay momentos en la vida en los que el alma pide un respiro, un espacio lejos del ruido cotidiano, donde el tiempo se dilata y el ser encuentra la oportunidad de escucharse de verdad. Un retiro no es una escapatoria, sino un regreso: a la esencia, a la naturaleza, al misterio que habita dentro de cada uno.
Durante varios días, en un entorno donde la tierra respira y la naturaleza susurra historias antiguas, se abre un espacio para la sanación, el autoconocimiento y la expansión. La medicina del ayahuasca es una de las guías en este proceso, pero no la única. Ceremonias de fuego y agua, circulos de rapé y tabaco, cantos, caminatas entre los árboles y silencios compartidos son parte del camino. Cada práctica, heredada de distintas tradiciones mesoamericanas y amazónicas, está entretejida con la intención de recordar lo que siempre ha estado ahí: la conexión con la vida, con los otros, con lo sagrado.
Aquí, la convivencia no es un detalle menor. Se crean lazos profundos entre quienes, sin conocerse antes, comparten la experiencia de mirarse por dentro. En las charlas al amanecer, en los círculos de palabra, en las risas espontáneas y en los momentos de introspección, florece algo que no siempre se encuentra en el mundo cotidiano: la sensación de pertenecer, de ser comprendido sin necesidad de palabras.
No son retiros para desconectarse del mundo, sino para conectar con él desde otro lugar. Para cuestionar, para sentir, para recordar que el viaje más profundo no es hacia afuera, sino hacia adentro. Y para regresar con la certeza de que algo dentro de nosotros ha cambiado, aunque no podamos nombrarlo del todo.
21-25 julio 2025
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